A casi 150 días de iniciado el gobierno de Pedro Castillo, el exministro de Economía y presidente del Consejo Privado de Competitividad David Tuesta advierte una falta de liderazgo de las autoridades de gobierno en la solución de los conflictos sociales. También un exceso de triunfalismo del régimen respecto a las cifras macroeconómicas que –lo dice sin reservas– no responden a la gestión, sino a factores externos. Sobre esos y otros temas, dialogó con Perú21 desde Madrid, España.
¿Cuál es su análisis del pedido de facultades del Ejecutivo y que el Congreso otorga con restricciones?
Nadie niega que el Perú requiere hacer cambios en su estructura tributaria, (…) y no nos referimos simplemente al tema de tasas, sino a buscar una mejor armonía en el funcionamiento de diferentes impuestos, pero las circunstancias actuales llevan a ser muy cuidadosos; básicamente porque la prioridad es crecer. Uno tiene que tener en cuenta que el crecimiento que vamos a tener este año no es ningún triunfo, no es nada para anunciar con bombos y platillos, como a veces me parece escuchar a este gobierno. Eso se debe, en gran parte, al rebote después de la fuerte caída que tuvimos el año pasado, y a la suerte. El Perú se sacó la tinka con los altos precios internacionales, no hay nada de gestión respecto a este gobierno; hay que tener un poco más de humildad. Hacer cambios tributarios no es lo sensato y, adicionalmente, el gobierno día a día se encarga de mellar las expectativas y la confianza con sus mensajes de Asamblea Constituyente, con sus amenazas al sector minero, con primeros ministros anunciando cierres de manera unilateral e irresponsable, como sucedió en Ayacucho, poniéndose de perfil respecto de la conflictividad minera, nombrando gente con cuestionamientos éticos…
Parte del discurso del ministro de Economía fue que necesitan que los que más tienen aporten más para cerrar brechas en educación, salud, transportes…
En ese discurso también hay una manipulación que se aleja muchísimo de la verdad. La receta fundamental para redistribuir es crecer; entonces, suena realmente contradictorio, esquizofrénico, poner, por un lado, impuestos supuestamente con el objetivo de redistribuir de los que tienen más a los que tienen menos y, por otro lado, achicar la torta del crecimiento. La manera correcta de redistribuir es apuntar a la desigualdad de oportunidades. En gran medida el problema está en la mala ejecución del gasto con la recaudación que ya se tiene.
¿Cómo se puede subsanar esta incapacidad para gastar bien?
En el Consejo Privado de Competitividad tenemos una propuesta concreta; la hemos acercado al gobierno y ojalá en algún momento se pueda aplicar, así como ocurre con la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, que funciona con estos esquemas de gobierno a gobierno, contratos ágiles, alta capacidad de las personas, y que ha permitido que la ejecución esté por encima del 90%. Lo que proponíamos es que a una institución similar se le transfieran los recursos que las regiones no son capaces de ejecutar, y que esta se encargue de cerrar directamente las brechas e implementar la obra pública: colegios, hospitales, caminos rurales; esa sería la forma lógica donde realmente el ciudadano se vería beneficiado directamente. No es inventar la pólvora, hay casos concretos de que este sistema funciona y deberíamos incorporarlo rápidamente.
¿Los gobiernos regionales no podrían interpretar esto como una vulneración a su autonomía?
Se podría buscar salidas más institucionales. Por ejemplo, conformar un directorio descentralizado que tenga representantes de las diferentes regiones y de alguna manera estén al tanto de lo que está sucediendo; involucrar también a algunos funcionarios para que exista el traslado de capacidades, enseñanzas; siempre se puede buscar esquemas de manera que promuevan la participación. Evidentemente esto se tiene que conversar, se requiere trabajar, pero lo peor es no hacer nada. Es importante empezar a hacer cambios y, sobre todo, consultar a la población qué es lo que quiere: tener una redistribución de dinero que no se ejecuta o finalmente el cierre de brechas y que el colegio o el hospital sean construidos.
¿Cree que ha habido liderazgo del gobierno en el tratamiento de los conflictos sociales? En el caso de Las Bambas, recién la premier señaló que si no hay solución a través del diálogo, se evaluará el desbloqueo de carreteras. ¿Un poco tardía la reflexión?
El tema de la conflictividad ha venido escalando, no es nuevo (…). Lo nuevo ahora sí es una posición mucho más abierta a no solucionar los temas, prácticamente poniéndose de parte de aquellos que reclaman y, en el caso de Las Bambas, las comunidades que reclaman no están dentro del ámbito de influencia de la mina. Si nos ceñimos al marco institucional, a las leyes, la empresa no tendría nada que negociar ahí. Entonces, el que tiene que dar la solución es el Estado, y más bien él debería, en la negociación, aflorar este tema: que la empresa está dando más de lo que realmente le correspondería en estas circunstancias.
Le reitero la pregunta: ¿hay liderazgo en el gobierno para abordar estos temas?
Me parece que no. Me parece que hemos tenido una ausencia de liderazgo desde hace bastante tiempo, y lo que se ve es que este gobierno incide o retrocede un escalón respecto al bajo liderazgo que hemos venido observando en el pasado.
¿De qué manera se afecta más este escenario con el discurso confrontacional de las autoridades?
Esto justamente demuestra este retroceso de liderazgo. Si tuviéramos que ilustrar un poco más, yo hablaría fundamentalmente del cierre unilateral del que habló la propia premier, fue un mensaje mucho más directo. Yo creo más bien que pareciera que el gobierno o los premieres han tenido un liderazgo, sí, pero de los conflictos, no un liderazgo para la solución de los conflictos.
¿Quién paga los platos rotos de esta situación? ¿El trabajador, los empresarios? ¿Perdemos todos?
Creo que todos pierden, pero el que más pierde definitivamente es el que está en la parte baja de la pirámide de producción. Esas ganancias de las empresas mineras tienen algún tipo de esquema de seguro ante estas circunstancias (…). Aquí, y en cualquier parte del mundo, quien tiene mayores recursos tiene un mejor espacio para afrontarlo por su capital humano, sus recursos, pero si seguimos así, el que pierde el empleo, el que depende de la empresa minera para darles de comer a sus hijos, los comercios y servicios que están integrados dentro del esquema de desarrollo productivo que tiene como ancla el sector minero, pierden directamente. En el caso de Apurímac, donde la actividad minera representa el 70% de su PBI, si uno revisa lo que es antes y después de Las Bambas, va a ver una clara mejoría y desarrollo de la región. Lo que veo es que queremos renunciar, por un discurso de carácter ideológico, a una actividad que ayuda justamente a estas regiones a alcanzar la prosperidad…
Con una situación como la que estamos enfrentando ahora, ¿qué tanto más podemos soportar?
Es que ese es el problema. Este gobierno, en vez de buscar soluciones, los está profundizando con los mensajes que viene dando. La falta de identificación de dónde están las prioridades, por ejemplo, darles un peso exagerado a unas facultades tributarias que le van a dar nada o muy poco (…). Bajo esas circunstancias la posibilidad de crecer el próximo año disminuye bastante. Vamos a ir creciendo seguramente con los vientos de cola que tenemos; la tinka de los precios internacionales va a subir, y gracias a ello se va a contar con impuestos y recursos, gracias a esa minería que tanto se ataca pero que va a ser el triple de recursos de recaudación sin subir ningún impuesto.
¿Cree que esta situación de incertidumbre e inestabilidad se vuelva una normalidad para el sector empresarial?
Creo que no. Ya la población está mostrando su disconformidad con el tema porque ese discurso de plaza de la Constitución, la estatización, de los ricos y los pobres, finalmente no le llena la olla a la gente, no le da trabajo. Creo que lo que se manifiesta es una inoperancia en solucionar los problemas. Si esto va así, si nadie hace nada y todo está en picada, no es bueno para nadie. El país quiere estabilidad; nadie en su sano juicio quiere que este gobierno no acabe; uno quiere que haya institucionalidad, desarrollo democrático. Yo confío en que, en algún momento, pasados ya 150 días casi, el gobierno decida dar un cambio y empiece a observar que la manera como se han estado gestionando las cosas, no es viable.
Se necesita un giro de timón que deje a un lado el discurso ideológico y que vuelva a trabajarse sobre bases reales…
Lo que se tiene que entender claramente es que no estamos bien, que todavía estamos en pandemia –por eso estamos con mascarillas–, que las cosas no se han solucionado. Tenemos que mirar las cifras crudas de lo que está sucediendo, entender que la prioridad es crecer (…) que atacando a la inversión y hablando de ricos no vamos a llegar a ningún lado; tiene que tener su prioridad claramente en el sector privado que somos todos: tú, yo, empresas, bodegas grandes, medianas…
Esta semana, el presidente Castillo convocó a economistas para escuchar sus puntos de vista y sugerencias en materia económica. ¿Qué le aconsejaría usted?
Lo primero que tiene que entender es que su palabra, las cosas que él dice en las calles y plazas, son tomadas con mucha seriedad por los inversionistas; tendría que tener un poco más de cuidado respecto a cuál es el mensaje que quiere trasladar. Número dos, tiene que tener un poco más de consistencia en su mensaje, no solamente diciendo en algún discurso: ‘abrazo la inversión privada’, pero en otro, decir todo lo contrario, ese tipo de cosas no ayudan. Tercero, es muy importante cuidar el equipo con el que trabaja, buscar que en las carteras estén las personas que realmente conocen el sector y sean capaces de liderar. Está también el tema de reformas, hay reformas que no se deben deshacer en educación, transportes, eso en el ámbito económico. Ya en el ámbito político, desarrollar un mayor escenario de consensos con partidos que seguramente no guardan afinidad política con él, porque al final creo que sí hay un objetivo, teórico al menos, por parte de todos ellos: quieren que el país prospere y que la población esté en mejores condiciones, y los discursos confrontacionales definitivamente no ayudan.