A inicios del 2020, la pandemia encontró un país con serios problemas estructurales, no solo en el ámbito sanitario, sino también en lo económico y laboral. Un sistema de salud debilitado, incapaz de ofrecer oportunamente un servicio público de calidad; una economía con menores tasas de crecimiento, explicada por la caída en la productividad (Productividad Total de Factores promedio 2016-2019: – 0,8 pp ); y un mercado laboral altamente informal, donde el 72,7% de los trabajadores no contaban con seguridad social (ENAHO 2009) .
Estas condiciones iniciales conllevaron a que el Gobierno implementara medidas más estrictas que otras economías emergentes o avanzadas (OXFORD, 2020) . La cuarentena durante el periodo marzo – mayo 2020, llevó a que la economía operara al 44,1% , lo que generó una caída en el PBI durante el 2T2020 de 29,9% a/a (INEI, 2021 ) y en el empleo de 39,6% a/a . El impacto, 17 meses después, aún se siente.
El empleo es uno de los indicadores cuya lenta recuperación aún no logra alcanzar los niveles pre COVID-19. Al cierre del 2020, el empleo se redujo en 13,0% y la tasa de informalidad aumentó en 2,6 pp, al compararlo con el 2019 (ENAHO 2009). Al 2T2021, aún se observa una caída en el empleo de 0,9%, respecto al 2T2019; y un incremento de 5,7 pp en la tasa de informalidad de la zona urbana, al comparar el periodo jul 2020 – jun 2021 con jul 2019 – jun 2020 (INEI, 2021).
Al analizar el mercado laboral peruano es inevitable enfocarnos en las micro y pequeñas empresas, dado que emplean a más del 80,0% de los trabajadores, de los cuales, el 91,3% y 45,4% de ellos son informales, respectivamente (ENAHO, 2020).
La pandemia afectó a ambos segmentos de formas distintas. Por un lado, en la micro, el empleo se desplomó durante el 2T2020, con una pérdida de más de cuatro millones de puestos de trabajo (INEI, 2021) . Sin embargo, al 2T2021, se observó una robusta recuperación en el empleo, superando los niveles registrados previos al COVID (+604,6 mil), casi todos ellos informales. Por otro lado, si bien la pequeña empresa registró una caída de más de 625 mil puestos de trabajo en el 2T2020, el empleo aún no logra alcanzar los niveles pre COVID-19, tanto en el sector formal como en el informal (INEI, 2021 ).
Las medidas brindadas por el Gobierno durante la pandemia contuvieron la caída en el empleo, especialmente en el formal. Un claro ejemplo es Reactiva Perú, que contribuyó a que empresas que accedieron a este programa registraran, en el 2020, una caída de 5% en el empleo formal; mientras que aquellas que no accedieron cayeron en 7,4% (BCRP, 2021). La clave fue que el 99,1% de las empresas beneficiadas eran Mypes que concentraban el 65,9% de los créditos asignados. Esto contribuyó a que las microempresas con créditos Reactiva incrementaran en 4,8% el empleo formal; y que las pequeñas empresas beneficiadas por el programa registraran una caída de 3,0%, en contraste con el -11,9% en el empleo formal de empresas sin acceso a estos créditos (BCRP, 2021).
Todo muestra que, las consecuencias de esta pandemia nos han llevado a un proceso de histéresis, en el que nuestro nuevo equilibrio es ahora una tasa “natural” de informalidad más alta, difícil de reducir. Para ello, es necesario implementar las reformas que hemos estado postergando, impulsando cambios estructurales en nuestro mercado laboral.
Desde el CPC (2021), identificamos que la informalidad está vinculada a (I) la poca institucionalidad y predictibilidad en las actualizaciones de la Remuneración Mínima Vital, (II) los costos de abrir un negocio, (III) los altos costos laborales no salariales, (IV) la coexistencia entre el SIS y EsSalud, (V) las oportunidades de arbitraje y desincentivos al crecimiento empresarial por los múltiples regímenes tributarios (Ruiz-Arranz, y otros, 2018), y (VI) la política de reposición del Tribunal Constitucional ante el despido arbitrario (Jaramillo, Almonacid, & de la Flor, 2017).
Adicional a ello, se debe impulsar la productividad laboral, especialmente en las Mypes. Al comparar con la productividad de la gran empresa, las Mypes registran el 9,0% y 53,0%, respectivamente (INEI, 2008). Una línea de acción para generar una mayor productividad es a través de la acumulación de capital humano en nuestra fuerza laboral. En el 2020, el 68,5% de los trabajadores contaban con secundaria completa o menos (ENAHO, 2020); lo cual impide poder crear empleos formales, dar el salto hacia una economía industrializada y adaptarse a las nuevas demandas del sector productivo, cada vez más intensivo en tecnología.
Finalmente, el Estado debe apostar por el empleo formal y proteger el ya existente. Para ello, se deben crear incentivos temporales que hagan más atractiva la formalidad. La pandemia es un gran escenario para premiar el empleo formal, sea a través de subsidios a las nuevas contrataciones formales o acceso a créditos de bajo costo sujeto a condiciones de formalidad para la planilla de la empresa. Asimismo, el Estado debe orientar la fiscalización de empresas al sector informal y garantizar mecanismos predecibles que permitan brindar mayor flexibilidad al sector formal, especialmente en momentos de crisis. De no hacerlo, la informalidad será nuestra nueva normalidad.