“El reciente anuncio del presidente de llamar a consulta para una nueva Constitución es otra de las tantas tretas para tapar tanta incompetencia que tiene al país sumido en una intolerable situación económica”, escribe el presidente del Consejo Privado de Competitividad
La economía peruana deambula sin rumbo y la evidencia es más que clara. Las principales proyecciones de crecimiento económico para el 2022 empiezan a converger peligrosamente al 2,0%, con claro sesgo a la baja para los siguientes meses. Si todavía no caen más, se debe a la fantasía que nos hace vivir el actual boom de los minerales. Mirando al detalle los indicadores, desde la llegada de Pedro Castillo al gobierno, todos apuntan al suelo: la confianza empresarial en persistente estado de pesimismo; inversión privada en rojo; récord en reparto de dividendos, que es señal inequívoca de que acá ya no se quiere invertir; un empleo formal que no puede superar los niveles del 2019; salarios deprimidos y “rematados” por el actual escenario de alta inflación; y, elevada precarización del empleo acompañada de una informalidad laboral superior al 75%, comenta David Tuesta en una columna del diario El comercio.
En este contexto, vemos también como la tasa de pobreza se ha quedado estancada en 25%, sin visos de retornar a la senda de mejora que se describía antes de la pandemia. Este desempeño tan miserable de nuestra economía, cuando contamos con vientos a favor para estar creciendo por encima del 5,0%, tiene como único responsable al presidente de la república y al séquito que lo acompaña, explica el especialista. La insatisfacción de la población ante este escenario de parálisis, incertidumbre e inflación, donde observamos un gobierno carente de ideas, se palpa no sólo en las encuestas de opinión, sino también en las calles cuando la gente encuentra que les es imposible conseguir trabajo y que sus ingresos reales se han desplomado en más del 20% respecto al período pre-pandemia, según cifras del Banco Central para Lima-Metropolitana, explica Tuesta.