Por Sergio Bolívar
Como si fuera una competencia deportiva, el Perú presencia una carrera populista entre los miembros del Poder Ejecutivo y el Congreso, que se esfuerzan al límite para perdurar en sus cargos debilitando premeditadamente a sus instituciones democráticas. La comunicación populista muestra las dádivas del paternalismo político con la intención de mover el conflicto hacia las inversiones privadas. La meta visible del populismo es el acaparamiento de todas instituciones, abusando de ellas sí están débiles, sin el sosiego que permita ver las luces que nos saquen del problema que vivimos todos los peruanos, que es la caída del crecimiento.
Con más 270,000 jóvenes que se incorporan cada año a la economía, el país está acumulando más desempleo. Son 44,150 empleos perdidos por cada punto de reducción del PBI (según INEI). La paralización del motor minero en Las Bambas y Cuajone afectan a 10,000 empleos. Sólo Cuajone impacta en los ingresos del Estado con S/ 8.5 millones diarios que deja de recaudar. Lo más peligroso es que la destrucción del empleo afecta más a los jóvenes, que según Ipsos rechazan a Castillo con el 86%, lo que es mal presagio.
La politóloga británica Margaret Canovan dice: “los populistas elevan sus arengas afirmando que la democracia ha sido traicionada por sus antecesores y movilizan a sus seguidores con la bandera de devolver la política al pueblo”. El Gobierno, que ostenta esta bandera, ha paralizado en 30% la producción del cobre. La ministra de Trabajo, con un impulsivo comportamiento populista, afectará a las inversiones con la modificación del reglamento de tercerización y ahora, la exagerada rigidez laboral con un Código de Trabajo que generará más desempleo.