Uno de los registros históricos más antiguos sobre la dinámica inflacionaria y sus efectos sobre el bienestar económico de la población fue encontrado en las tablillas de arcilla cuneiforme de la antigua Mesopotamia, en la época de la conocida ciudad-Estado de Babilonia; con información que data de hace 4,000 años aproximadamente.
En estas valiosas piezas quedaron grabados los detalles de múltiples transacciones comerciales, incluyendo precios de bienes y productos, los que han permitido a los historiadores económicos confirmar la existencia de periodos en los que la población y sus gobernantes experimentaron gran preocupación ante el aumento significativo y sostenido en los precios, lo que hoy conocemos como inflación.
Son particularmente interesantes los hallazgos durante el reinado del rey babilónico Hammurabi. En esa época, en la que no existían bancos centrales ni suficiente entendimiento de las fuerzas del mercado, confirmamos las acciones de un rey apresurado por el deber de aplacar las penurias de su gente, lo que le llevaba a terminar echando mano a medidas como el control de precios para productos básicos como el grano y el ganado. Medidas populistas que al final terminaban generando mayor escasez e inflación. El propio Código de Hammurabi incorporaba drásticas sanciones, como la pena de muerte, que podían imponerse a los especuladores en una acción desesperada, pero vana, para evitar que los productos no desaparezcan de los mercados.