Una característica del mensaje del premier han sido las innumerables promesas. Y no solo hablamos de las promesas monetarias, que son varias, sino también las políticas que aparentemente van a hacer muchísimo daño a la productividad, como el cambio o reforma que se quiere dar a la educación. Aparentemente se quiere bajar la valla a la capacitación de los docentes.
Otro tema es la informalidad. Las medidas (para luchar contra esta) parecen inexistentes porque no se apunta a los problemas de productividad y problemas de sobrecostos en los mercados laborales.
Muy probablemente varias promesas van a ser incumplidas. El mayor control que se puede tener de la disciplina fiscal es el control que establecen los propios mercados, las clasificadoras de riesgo. Y ahí va a ser importante ver la labor del MEF para ponerles límites a estas iniciativas que se ha venido planteando. Confiemos en que el MEF ponga coto porque nos encontramos con un discurso en que las promesas no calzan con el discurso de responsabilidad fiscal del MEF.
Lamentablemente, el gabinete, tal como está conformado, por las personalidades que lo integran, y la trayectoria no solo profesional, sino casi delincuencial de algunas, en algunos casos lindando con la sedición y la cercanía al pensamiento de Sendero Luminoso, no termina de generar un discurso de confianza.